-5-Kirchenj. bis 14.S.n.Trinitatis 10b | Lugar/Ort:Paraná
Fecha/Datum:06/01/1957 | Otros Lugares/Weitere Predigtorte:
| Año Eclesiástico/Kirchenjahr:2 Domingo después de Trinitatis | Libro Bíblico/Buchbezeichnung:Lucas 14: 16-24 | | |
Skopus: "No debemos ser los excluidos. | | -5- Kirchenj. bis 14.S.n.Trinitatis 10b -Lukas 14, 16-24 "Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios. Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla: te ruego que me excuses. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Vé por los caminos y por las valladas, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena."
Es una historia impresionante la que cuenta Jesús a sus discípulos. A una invitación amistosa, los huéspedes no quieren concurrir. Pero la cena se realizó igual; la asisten los pobres, cojos y ciegos de la ciudad y forasteros de la calle. Es la historia impresionante del resultado de una invitación al Reino de Dios. Lo fué en el tiempo de Jesús y aún hoy es así. De esta parábola viene una amenaza seria y un llamado urgente de Jesús. La historia nos cuenta sucesos efectivos que subrayan la seriedad profunda y la urgencia de este llamado. Los invitados de Dios son los judíos. Pero cuando Jesús llegó para cumplir la promesa del Antiguo Testamento, declinaron al Hijo de Dios y crucificaron al Cristo. Jesús mismo previó esta catástrofe y por ello contó esta parábola. Comunicó al pueblo elegido que ahora ellos mismos desecharon su elección: "Ustedes no presenciarán la gloriosa aparición del reino de Dios. El envitará otra gente, otros pueblos, y estos alcanzarán el reino de Dios." Esta predicación se cumplió. Jerusalén fué destruida y los judíos van por el mundo, pasajeros, fugitivos. Pero desde el misionario Pablo y Bonifacio, el apóstol de los alemanes, la invitación al reino de Dios alcanzó también a los romanos, griegos y germanos. Así nosotros también estamos invitados y llamados, cada uno de nosotros personalmente por su bautismo. Dios desechó al pueblo elegido porque crucificó a su hijo. Ahora nosotros somos los elegidos, los invitados, los llamados al reino de Dios. Somos huéspedes forasteros, los de la calle. Hace 4 siglos, el mensaje de Dios llegó a la Argentina, cruzando los mares. Y aun hoy los mensajeros que nos manda Cristo, llegan cruzando los mares. Y entre estos mensajeros están los que ayudan a la obra de Dios, haciendo posible la edificación de iglesias y ayudando a los comunidades. Así se difunde el mensaje de Jesucristo por palabra y obra y se comunica la gloriosa invitación de Dios para su reino. Pero, ¿cuál es nuestra posición frente a este mensaje? ¿Cómo contestamos al llamado de Dios que nos invita? Esto es seguro: Nosotros sólo asistiremos, si no nos portamos como los invitados de la parábola que luego fueron desechados. El advertimiento de Jesús se refiere justo a nosotros. Pues, en nosotros se cumplen las mismas causas por las que los primeros invitados no tomaron parte en la cena, por eso no existe el peligro de que también nosotros desoidamos la cordial invitación y estemos excluidos. Y ¿por qué no tomaron parte los huéspedes invitados inicialmente? El uno tenía que ir a ver su campo, el otro para concluir un negocio, y el tercero quería festejar su casamiento. En fin, estaban ocupados en sus cosas particulares, hundidos y subyugados a sus ideales terrestres. No tenían tiempos ni ganas, pensaban, ahora no, ya será en otro oportunidad. y después qué demasiado tarde. Nuestro caso no es diferente. Es verdad que somos bautizados, pero ¿hacemos uso de este derecho que nos da el bautismo? Alguien comparó el bautismo con un boleto que da derecho a un viaje en el tren. Se puede tener el boleto en el bolsillo sin tomar el tren; en tal caso claro el boleto se desvaloriza. El bautismo es el gran regalo de Dios, lleno de vida y bienaventuranza. Pero si no aceptamos este regalo en plena fe, queda sin efecto para nosotros. Nosotros no recibimos sólo esta primera invitación por el bautismo. No, Dios nos llama también diariamente por el evangelio. Sabemos del Salvador Jesucristo y escuchamos su llamdo: "¡Venid a mí todos!" Sería una locura no seguirlo. En el fondo tenemos hambre por el pan de la vida, buscamos un fundamento y apoyo seguro y eterno. Andamos por el mundo como culpables y sin paz, ansiando suerte, paz y perdón. Ninguna filosofía nos resuelve los problemas de la vida. Ninguna religión de la tierra nos da una conciencia libre de remordimientos, ningún médico nos proteje de la muerte. Y aquí llama Dios y nos invita a una cena. Esto significa que quiere dar alegría, regalar paz. Comunidad en la mesa es la expresión de una amistad y comunidad especial. Dios nos ofrece comunidad consigo mismo. El quiere hacer de nosotros hombres nuevos, derechos valientes, seguros y alegres. "Si alguién está en Cristo, es una nueca criatura, las cosas viejas pasaron, todas están renovadas." Nuestra forma de vida personal, nuestra relación a otras personas, a nuestro oficio, a las grandes cuestiones de nuestra vida, quedará ordenada en una forma nueva desde un punto de vista divina. Se nos ofrece algo tan grande y lo negamos con indiferencia. ¿Quizás porque el ofrecimiento es demasiado grande y impresionante? ¿Quizás porque esta invitación incluye la demanda de una entrega incondicional, fidelidad y completa obediencia? Sí, la mayor parte de nosotros alcanzamos una relación más y menos positiva con la cristiandad. Pero tenemos a la decisión que variaría fundamentalmente nuestra vida. Declinamos la invitación de Dios porque demasiadas cosas tendrían que cambiar en nuestra vida. El ciudadano en el Reino de Dios es extraño en el mundo. Seguramente se puede comprar y vender, comer, beber y casarse, pero un cristiano no está expuesta ni ligado invariablemente en estas cosas. Los cristianos tienen como si no tuvieron. Saben que el mundo pasa y que solo el reino de Dios permanece en la eternidad. Las voces del mundo sueñan más dulces que el llamado de Dios. Queremos tomar de la abundancia dorada del mundo, pero no para glorificar a Dios, sino para gozarlo personalmente. No atenemos a lo visible que parece tan cierto y dejamos el cielo para los pájaros. Entonces nos va a suceder exactamente como a los invitados de la parábola, como a los judíos. Nosotros mismos nos excluiremos del Reino de Dios, y esto sin querer oponernos en el principio de la verdad, sino sólo por negligencia, indiferencia y superficialidad. Así se realiza que nosotros estamos perdidos y los otros estarán en las mesas divinas. No podemos esperar que a última hora nos alcance una invitación especial. No, todo está anunciado ahora, ahora está Jesucristo para volver a ser nuestro Señor. Ahora debemos decidirnos por el Reino de Dios. El Reino de Dios aparecerá tan repentinamente que si no venimos hoy todavía estaremos entre los excluidaos. La única solución está en fijar nuestra vista en Jesucristo y estar listos cuando Dios llama. Jesucristo dice: "Venid, porque todo está listo." (Esta predicación es una de mis primeras, o ya la primera en castellano.)
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