-5-Kirchenj. bis 14.S.n.Trinitatis 03 | Lugar/Ort:Camarero/Puiggari
Fecha/Datum:04/01/1967 | Otros Lugares/Weitere Predigtorte: Diamante, 18-1-1967 Col. Nueva, 5-2-1967 | Año Eclesiástico/Kirchenjahr:Trinitatis | Libro Bíblico/Buchbezeichnung:Mateo: 28: 19 | | |
Skopus: El secreto de la Iglesia Cristiana | | -5-Kirchenj. bis 14.S.n.Trinitatis 3 -Mateo 28:19 "Jesucristo dice: ¡Id y predicad el Evangelio!"
Yo doy algunos pensamientos sobre la significación e importancia de la palabra EVANGELIO. La historia de la Iglesia Cristiana no comienza con la difusión de una nueva doctrina religiosa sino con el anuncio de ciertos hechos. A diferencia de otras religiones, el cristianismo comenzó con una información que corrió por los pueblos y las ciudades del Imperio Grecorromano de comienzos de una nueva era. Sus apologistas se llamaban a sí mismo los HERALDOS, y concebían su misión como similar a aquellos empleados del gobierno que estaban encargados de la difusión de las noticias importantes. Los primeros predicadores cristianos calificaron su mensaje de EVANGELIO, las buenas nuevas o noticias. Si queremos conocer un bosquejo aproximado de esa predicación cristiana inicial, debemos acudir al libro de los Hechos de los Apóstoles. Allí la tenemos registrada, a partir del sermón de Pedro en el día de Pentecostés. Los primeros capítulos de esa obra presentan varios de esos mensajes, Si los estudiamos cuidadosamente, veremos que siguen una línea común, en la que se proclama la obra de Dios, más que diserta en cuanto a un sentido ideológico. Ese mensaje cristiano primitivo de forma más o menos estable, puede ser resumido así: Ha llegado la edad prometida, las profecías se han cumplido, Jesús de Nazaret ha venido en el poder del Espíritu, ha hecho obras poderosas y enseñado con autoridad. Fue crucificado, muerto y sepultado. Pero al tercer día se levantó nuevamente de entre los muertos, ahora está exaltado a la diestra de Dios como Señor y Cristo. Vendrá otra vez en gloria. Entretanto, el grupo de los que creen en El, está apartado como el nuevo Israel de Dios, su pueblo único, por el don del Espíritu Santo. En su nombre se ofrecen a los hombres perdón y salvación. Por lo tanto, os llamamos para que os arrepintáis y creáis. Aquí se trata del anuncio de la obra redentora de Dios, que no es cosa fácil de comprender ni de describir porque la realidad de la condición humana es complicada y su solución no podía ser simplista. El Evangelio cristiano puede ser anunciado en una sola frase y puede ser aceptada aún por los niños, pero, eso no significa que sea elemental. Es verdad que creer en Jesucristo es suficiente para la salvación, pero el Evangelio asigna al verbo CREER y al nombre JESUCRISTO un contenido tan rico que no es posible reducirlo a aformaciones simplistas. La realidad es siempre así. Y lo es mucho más en el terreno de las relaciones del hombre con Dios. Un niñito que ora a su Padre celestial se expresa en frases sensibles, hasta ingenuas. Pero, ¿quién se atraverá a definir sensiblemente lo que sucede entre Dios y esta criatura suya? Por lo menos, ¿quién querrá afirmar que se trata de algo fácil de describir? ¡Quiera Dios ayudarnos a comprender la esencia misma del Evangelio y a ir profundizando todos los días de nuestra vida en las dimensiones del amor de Cristo, que excede a todos conocimientos! El mensaje del Evangelio, tal como lo proclamaron los apóstoles, consiste en el anuncio de una serie de hecho del pasado, del presente y del futuro. Todo el Nuevo Testamento y no solamente el libro de los HECHOS, gira alrededor de ese mensaje fundamental. No nos extrañamos entonces que cuando la Iglesia Antigua fuera la necesidad de fijar claramente los elementos del mensaje de los apóstoles, redactara una aformación de fe que, bajo el nombre de CREDO de los Apóstoles, resultó realmente paralelo al resumen de la predicación primitiva que hemos dado en el principio de nuestras explicaciones. El orígen del Credo Apóstolico se encuentra en la misma obra mmisionera de la Iglesia. Desde sus mismos principios, la comunidad cristiana bautizaba a los que confesaban su fe en Jesucristo. Pero, poco a poco, a medida que la obra cristiana iba alcanzando a más y más pueblos, fué apareciendo la necesidad de aclarar el sentido de esa fe y de su objeto. Los nuevos convertidos estaban cada vez más alejados del ambiente en que se desarrolló la obra de Cristo, y resultaba cada vez más difícil distinguir entre la verdadera fe y la espuria, modelada sobre los cánones de las religiones paganas. "Crees en Jesucristo, sí, pero ¿qué entiendes por creer? ¿Y qué significa Cristo para ti?" Y, ya que muchos buscaban la admisión en la Iglesia por el camino del bautismo aun cuando profesaron ideas acerca de Cristo y de su obra que resultaban radicalmente opuestas al sentido original del Evangelio, la Iglesia hubo de ir desarrollando una confesión de fe que indicara el sentido de la convicción cristiana en cuanto al Evangelio de Jesucristo. Así se formuló, entre otros, el Credo Apostólico, es decir un resúmen de la fe cristiana, tal como lo anunciaron los apóstoles. Este credo llegó a constituirse en una verdadera regla de fe, por la cual se apreciaba la pureza de las convicciones cristianas del candidato al bautismo y se cree que era repitido por el mismo antes de recibir el sacramento. La Iglesia Cristiana atesora este Credo como la expresión más temprana de su fe, el resúmen más antiguo del sentido del Evangelio. Juntamente con este Credo, otros dos credos o Confesiones de fe son hoy aceptadas por todas las ramas de la Iglesia Cristiana: El Credo Niceno y el de Atanasio, y por lo mismo se los llama credos ecuménicos o universales. Tienen en sí el valor simbólico de representar la fe de una iglesia en marcha y sin divisiones, y de testificar como, desde tiempos antiguos, la Iglesia ha debido luchar para mantener la integridad y pureza del mensaje que le fue confiado, Porque el Evangelio entró en un mundo lleno de ideologías adversas a sus postulados fundamentales y, desde el mismo comienzo, sus heraldos debieron reforzarse por establecerlo así con claridad. Los hechos que ellos anunciaban de Cristo, eran contrarios a muchas presuposiciones fundamentales de las ideologías paganas. Desde entonces, ha sido responsabilidad de la Iglesia Cristiana confrontar en cada generación el Evangelio con las formas de pensamiento, las necesidades peculiares y las tendencias características de cada una. Y esto ha dado orígen a distintos sistemas de pensamiento cristiano que nominamos Sistemas Teológicos, en los que se ha procurado contestar a las preguntas e inquietudes propias de cada época, traduciendo el mensaje del Evangelio al lenguaje típico de lo mismo. Así tenemos en la historia cristiana grandes pensadores como Agustín, Tomás de Aquino, Lutero, Calvino etc. que dieron orígen a sendos sistemas de pensamiento cristiano. Pero, la comunidad cristiana se ha preocupado por distinguir claramente entre esos sistemas especulativos y las grandes afirmaciones de la fe cristiana que ellos pretendieron defender. La mejor tradición cristiana al respecto ha consistido en aceptar agradecidos la contribución de todos los grandes defensores de la fe, pero sin recibir como autoridad definitiva, porque la Iglesia está bajo una autoridfad superior y más digna de confianza, la de su Señor y Salvador. Pero la autoridad del Señor de la Iglesia no es en lo abstracto sino que es del UNO que se reveló en los actos que el Evangelio testifica. Dios no es un Dios caprichoso. Su actitud hacia los hombres, sus propósitos han sido ya revelados definitivamnente en la persona Jesucristo. Su Evangelio nos lo prensenta así, y nos presenta la forma y el contenido de sus reclamos para nosotros. Ese Dios se ha dado a conocer. Y la Biblia es testigo indispensable de esa revelación. La autoridad de la Biblia reside precisamente en este testimonio. Llega a nosotros con la autoridad de la recomendación de veinte siglos de tradición cristiana que nos dice: "Aquí habla Dios." Pero no es la Iglesia la que otorga autoridad a la Biblia, sino a la inversa. Si el testimonio de la Biblia fuera falso, la Iglesia se desmoronaría, porque la Biblia es la fuente única de su conocimiento y de su autoridad para predicar el Evangelio. Y el centro de este Evangelio es JESUCRISTO, ayer, hoy y en eternidad. Los que aceptan este evangelio de Jesucristo, forman la Iglesia Cristiana. Los que no conocen a Cristo, los que son ajenos a la vida de la comunidad cristiana, no pueden comprender el sentido de las afirmaciones del Evangelio, así como no entienden el milagro de la Iglesia. Pero, el que cree en Jesucristo, recibe, entre otros, el don de los sentidos abiertos para comprender las Escrituras Sagradas. El Evangelio es la ración diaria para el soldado cristiano, que solamente satisface al que está embarcado en la lucha cristiana. Es como los vitrales de algunas iglesias en Europa. Por fuera, parecen nada más que parches grises que interrumpen sin sentido la monotonía de las paredes de piedras o ladrillos. Cruzados por extrañas líneas, no dicen nada al curioso que se detiene fuera de las puertas, pero, cuando la puerta se nos abre y entramos en su interior, se puede ver la maravilla de luz qye ilumina esos parches y los transforma en colores y formas que hablan de la historia del pueblo Israel, de la vida de Cristo y de su triunfo. Dentro de la Iglesia, los hechos de Dios, son maravillosamente iluminados y entendemos la historia, aceptamos el Evangelio de Jesucristo nuevamente como nuestra salvación, como nuestra ayuda para todos los días, leemos la Biblia como testimonio del Evangelio, con otros ojos, con los ojos de la fe: "Dios amó tanto al mundo, que le dió a su Hijo único, para que todo aquel que cree en El, no muera, sino que tenga vida eterna."
(Esta predicación no fue elaborado por mí, pero ahora yo no se ¿de dónde viene?)
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