Como cristianos ante la guerra del GOLFO PÉRSICO | Documento Nº 150 | Lugar/Ort: - | Fecha/Datum:1991 | | Resumen/Skopus: Elaborado por una Comisión, llamada por la Junta Directiva, por la que yo también he participado. 1-3-1991 | | Documento de reflección de la JUNTA DIRECTIVA de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata. -La Iglesia Evangélica del Río de la Plata es una confederación que abarca más de 250 parroquias a puntos de predicación agrupadas en 40 congregaciones diseminadas en la Argentina, el Uruguay y el Paraguay. Su origen confesional se remonta a la Reforma del siglo XVI, y su establecimiento en los países del Río de la Plata, se produjo con la inmigración procedente del centro de Europa. Su actual presidente es el pastor Rodolfo R. Reinich. La sede central de la Iglesia se encuentra en Sucre 2855, 3 piso, 1428 Buenos Aires, teléfono 787-0436.- La Guerra del Golfo Pérsico ha conmovido a prácticamente la humanidad toda. Si bien las hostilidades han cesado, la gravedad y magnitud de los hechos allí ocurridos nos mueven a hacer las siguientes reflexiones. I. LAS GUERRAS MODERNAS NO SON UN RECURSO VÁLIDO PARA SOLUCIONAR CONFLICTOS. "O esta época elimina la guerra, o la guerra eliminará esta época." Esta advertencia del científico y pacifista alemán Carl Friedrich von Weizsäcker cobra vigencia una vez más, cuando como cristianos nos vemos enfrentados a la tremenda realidad de una guerra como la del Golfo Pérsico. "La guerra como medio de lucha es una actividad hoy día prohibida por Dios, porque significa la aniquilación exterior e interior de los seres humanos, impidiéndoles así fijar la mirada en Cristo." Esta afirmación, que Dietrich Bonhoeffer formulara en 1932, se fue haciendo cada vez más cierta, en la medida en que el potencial aniquilador de la guerra tecnológica moderna ha alcanzado hoy límites inimaginables. En la última década del siglos veinte una guerra arrasa con todo ser viviente en la región de combate, comprometiendo incluso, por los residuos tóxicos y la consiguiente devastación ecológica, la vida de las futuras generaciones en ese lugar. En consecuencia, la "guerra moderna" ha dejado de ser una alternativa válida para solucionar cualquier tipo de conflicto entre los pueblos. En la actualidad no hay causa alguna que pueda justificar una guerra; por lo tanto ya no cabe especular teológicamente sobre cuándo una guerra es "justa". Por el potencial devastador ilimitado que desata la maquinaria bélica, todas las guerras son crímenes irreparables contra la humanidad toda, la Creación y la voluntad de Dios. II. EN EL CONFLICTO DE GOLFO PÉRSICO LOS RECURSOS VÁLIDOS PARA PRESIONAR AL AGRESOR NO FUERON AGOTADOS. Pero incluso quienes opinen que hay situaciones en las que una guerra sería justificable, estarán de acuerdo en que siempre las acciones bélicas se deben iniciar recién cuando se han agotado absolutamente todas las demás vías y medios de presión internacional sobre el agresor. Esto indudablemente no ocurrió en el tiempo previo al 17 de enero de 1991. Y de modo alguno el ultimátum de la Organización de las Naciones Unidas debía interpretarse como legitimación para iniciar una guerra, pues, indicaba que después del 15 de enero de 1991 se podía recurrir al uso de la fuerza para obligar a Irak a abandonar Kuwait. Sin duda la decisión de Saddam Hussein, de invadir Kuwait, rompió el endeble equilibrio de la paz mundial. Pero de hecho una serie de iniciativas para lograr una solución pacífica al conflicto fracasaron porque los Estados Unidos y Gran Bretaña repetidas veces impusieron su veto, ya que las propuestas incluían el pédido de tratar simultáneamente la situación palestina. Por otra parte, la eficacia del embargo económico impuesto por la comunidad internacional a Irak recién se hubiera podido comprobar pasados uno a dos años de su rigurosa aplicación. Y no por último, queda la impresión de que las negociaciones diplomáticas no sólo fracasaron por la especulación intransigente de Saddam Hussein, sino porque se prepararon en un clima al que que subyacía la convicción de que no se debía negociar con un extorsionador y agresor. III. NUESTRA CIVILIZACIÓN ES VIOLENTA Y ESTÁ DOMINADA POR UNA LÓGICA DE MUERTE. Nuestras modernas sociedades desarrolladas han asentado una parte importantísima de su poderío económico en la producción de tecnología bélica altamente sofisticada. Formamos parte de una civilización violenta, que por los medios masivos de comunicación y la industria cinematográfica ha ido legitimando subliminalmente la violencia, aprovechando la natural fascinación de, por ejemplo, las computadores y los juegos eléctricos. De esta manera una lógica de muerte se ha instalado en el subconsciente colectivo de nuestras sociedades, insensibilizándolas frente a los efectos devastadores de la guerra, que el lenguaje militar minimiza como "daños y víctimas colaterales". La guerra no es un videojuego; la guerra tecnológica "limpia" entre máquinas no existe. Los bombardeos aéreos a las ciudades no son "operaciones quirúrgicas"; a las imagenes transmitidas desde el misil mientras se acerca al objetivo le corresponden gritos desesperados, cuerpos sangrientos, cadáveres destrozados y el olor a carne quemada y putrefacción. Nuestras modernas sociedades desarrolladas -que se caracterizan por consumir vorazmente todo lo que fabrican- también consumen las armas que producen, haciendo funcionar con inexorable regularidad la maquinaria bélica. Más aún, recién el empleo de estas armas en escenarios bélicos reales establece su "valor de mercado". La eficacia del misil "Exocet" quedó demostrada en la Guerra de las Malvinas; la de los misiles tierra-aire "Stinger", en la Guerra de Afganistán; y la de los antimisiles "Patriot", en la reciente Guerra del Golfo, defendiendo a Israel y Arabia Saudita de los misiles "Scud" iraquíes. Esta eficacia comprobada en el campo de batalla hace subir su precio, las convierte en mercancías codiciadas. La implacable lógica de mercado, y no las reglas de la política internacional, determina la inevitabilidad de las "guerras modernas". Y mientras una guerra como la del Golfo ha insumido millones de dólares, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria. Desde el azotado Perú el cólera -epidemia de la pobreza- se derrama sobre América Latina. ¿Cuántas de esas vidas se podrían salvar, cuánta pobreza se podría erradicar con el dinero que a diario devora la maquinaria bélica? IV. LA PERVERSIDAD DE LA POLÍTICA INTERNACIONAL. Pero aun las reglas de la geopolítica internacional responden a la perversidad hipócrita y cínica de esta civilización autodestructora. Hasta hace apenas dos años atrás, Saddam Hussein era un aliado de Occidente, y la comunidad internacional aprovisionaba a Irak con Armas de todo tipo. El mero hecho de haberse enfrentado en una guerra con el Irán del ayatollah Khomeini justificaba ese proceder. De paso, las empresas que abastecían con armas a ambos contrincantes obtenían jugosos dividendos de una guerra que costó la vida a casi un millón de personas. Ya entonces Saddam Hussein demostró ser un dictador sin escrúpulos, bombardeando con gases letales a kurdos e iraníes. Sin embargo tales acciones no escandalizaron a la comunidad internacional como para que le retirar el apoyo. ¿ Es que la vida de los más de tres mil civiles kurdos muertos en un ataque aéreo con gases letales el 28 de agosto de 1988, mientras huían por el valle de Bazeh hacia la frontera turco-iraquí, pesaba menos internacionalmente que la invasión iraquí a Kuwait? ¿O la comunidad internacional sólo reacciona cuando peligra su acceso a las enormes reservas petroleras kuwaitíes? ¿Los principios del derecho internacional no deben acaso ser de aplicación universal? Acabamos de presenciar la inauguración victoriosa del así llamado "nuevo orden internacional"; su afirmación por medio de la fuerza requerirá una costosísima reconstrucción posbélica, de la cual pretenden aprovecharse económicamente un grupo selecto de naciones. Como cristianos podemos preguntarnos si la instalación de este nuevo orden no se ha basado en el desprecio de la conciencia ética universal, cuya tremenda debilidad quedó patéticamente representada por las infructuosas gestiones de paz del secretario general de las Naciones Unidas. V. LEGITIMAR LA GUERRA INVOCANDO EL NOMBRE DIVINO ES UNA OFENSA A DIOS. Resulta evidente entonces, que tanto la convocatoria de Saddam Hussein a una "guerra santa" en el nombre de Alá, como el voto del presidente George Bush para que Dios bendiga a los Estados Unidos y a sus tropas, son una ofensa a Dios. Como cristianos confiamos en un Dios viviente, que no se deja manipular por los poderosos para legitimar sus objetivos. El Dios en el que creemos no se complace en la muerte del malvado, sino más bien en que éste modifique su conducta y viva (Ezequiel 18: 23). VI. LA MAQUINARIA DE GUERRA ES UN FALSO DIOS QUE DEVORA A SUS PROPIAS HIJAS E HIJOS. Si recurrimos a los símbolos de la Biblia, la "guerra moderna" puede identificarse con la BESTIA del apocalipsis o con el BAAL (divinidad pagana) cananeo. Sin lugar a dudas se asemeja a una gran bestia tecnología, sedienta de sangre, llena de computadoras, rayos láser, misiles teledirigidos, armas químicas y biológicas, y las cargas más letales que existen. Esta bestia de la guerra es tan sutil que utilizando la lógica de la guerra impone la censura para que sus aspectos terribles no sean conocidos a través de los medios masivos. Si no tomamos clara conciencia de ello corremsos peligro de sucumbir a la fascinación letal que irradia. Un cristiano que no rechace de plano su lógica perversa de muerte y destrucción quedará cautivo de sus razonamientos ofensivos a Dios, llevando su señal sobre la frente (Apocalipsis 13: 16). Como Baal, las "guerras modernas" exigen la inmolación de sus propios hijos e hijas, enviándolos a los frentes de batalla. Somoterse a las exigenxias de estos ídolos y su lógica de muerte equivale a atraicionar al Dios de la vida (Jeremías 19: 5). ¡Ay de los que depositan su confianza en las grandes potencias, y buscan apoyo en sus escuadras de combate, porque son numerosas, y en sus misiles, porque son muy efectivos, sin tener en cuenta a Dios no consultarlo! (Isaías 31: 1). La advertencia del profeta Isaías sigue vigente sólo cuando trabajamos por la paz logramos romper con la lógica de muerte que se ha instalado en las sociedades contemporáneos y merecemos ser llamados Hijos de Dsios (Marcos 5: 9). Nosotros -los redimidos por Cristo y su vida y obra no violenta- ¿no debiéramos preguntarnos si podemos seguir teniendo comunión con aquellos que son partidarios de la guerra para solucionar conflictos entre las naciones? Porque para nosotros la vida de todo ser, de la Creación toda, es un valor supremo que defendemos. No aceptamos la lógica de muerte de nuestra civilización violenta, que destruye primero para reconstruir después, porque sabemos que el daño y las muertes siempre son irreparables. No nos interesa una reformulación del orden mundial que se apoya en la tecnología armamentista y el imperio de la ley del más fuerte, porque buscamos el Reino de Dios, su paz, su justicia y la integridad de la Creación (Mateo 6: 33). Somos hijas e hijos del Dios de Vida que nos abre el futuro. En Jesús, Dios mostró que es a traves de la debilidad y la entrega al prójimo que su Reino se establece. Por eso nos identificamos con el apóstol Pablo cuando dice: "Nosotros, unos locos por Cristo; ustedes, ¡qué cristianos tan sensatos!; nosotros, débiles, ustedes fuertes; ustedes célebres, nosotros despreciados; hasta el momento presente no hemos parado de pasar hambre, sed, frío y malos tratos; no tenemos domicilio fijo, nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan y les deseamos el bien; nos persiguen y aguantamos; nos difaman y respondemos con buenos modos; se diría que somos basura del mundo, desecho de la humanidad, y eso hasta el día de hoy"(1 Corintios 4: 10-13). VII. LA DESTRUCCIÓN GLOBAL QUE PROVOCA ESTA GUERRA ES IRREPARABLE. Bajo ningún concepto la "guerra moderna" es un camino para lograr la paz. La muerte y el sufrimiento de un sinnúmero de inocentes y el riesgo de desatar una catástrofe de enormes proporciones no son aceptables como meras "víctimas y daños colaterales". Nadie puede asumir la responsabilidad por los mismos, ni pretender "borrarlos" con un costosísimo proceso de reconstrucción posterior. VIII. NUESTRO RECHAZO A LA "GUERRA MODERNA" ES ROTUNDO. Como cristianos no tenemos otra alternativa que enjuiciar y denunciar la "guerra moderna" como un crimen irreparable contra la humanidad. En relación con la reciente Guerra del Golfo expresamos por tanto nuestro NO ROTUNDO a las acciones bélicas, tanto a la invasión a Kuwait como a los ataques misilísticos, los bombardeos y la destrucción ecológica desatada desde el 17 de enero de 1991. El fundamento de nuestro compromiso ineludible con la paz es nuestra obediencia absoluta al mandato de Dios de preservar la Creación toda, en la que el ser humano es imagen y semejanza del Creador, es nuestra fe en Jesucristo, que vino al mundo para dar vida en abundancia ( Juan 10: 10). IX. ¿QUÉ PODEMOS HACER? Frente a la realidad del recurso a la fuerza de las armas para resolver conflictos entre pueblos y naciones estamos llamados a TRABAJAR POR LA PAZ, y ello implica desarrollar acciones concretas en coincidencia con lo expresado anteriormente. Como iglesia de Jesucristo no podemos quedarnos simplemente en el nivel de las palabras y las declaraciones, porque ello reduce la seriedad y la determinación de nuestro compromiso por la paz, al que somos convocados por el Evangelio. Nuestras comunidades están llamadas a salir de una actitud de denuncia meramente pasiva, aceptando el desafío de ser creativas en la búsqueda de formas de acción y tareas que expresen su determinación por la paz. Como simple impulso para que tomen en su manos la iniciativa, les sugerimos: * elaborar una o varias oraciones por la paz, difundiéndolas y utilizándolas extensivamente; * desarrollar encuentros y/o estudios bíblicos sobre la problemática de la paz, la justicia y la integridad de la Creación; * realizar cultos y celebraciones en torno a estos temas; tanto con las hermanas y hermanos de la propia congregación, como en comunión con hermanas y hermanos de otras confesiones (allí donde fuera posible junto a judíos y musulmanes); * adherir públicamente a gestos de paz junto a organizaciones no religiosas y fuerzas vivas de la sociedad; * promover un diálogo en los medios para construir propuestas, programas, artículos que provoquen fascinación por la paz; * producir símbolos de paz en forma de -por ejemplo- tarjetas postales, botones prendedores, pasacalles y afiches; * oponemos a los juegos de guerra: no regalar juguetes en forma de armas -pistolas, rifles, tanques, cazabombarderos, etcétera-, o juegos electrónicos con temática bélica; * realizar tareas de paz con las personas que sufren violencia en nuestros países: los niños de la calle, los ancianos desprotegidos, niños desnutridos, gente con hambre, enfermos, obreros, desocupación y productores mal pagos, procurando revertir en justicia estas situaciones Buenos Aires, 1 de marzo de 1991
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